-Pido perdón por eso.
-Gracias, maestro.
-Quisiera, para agasajarte, pelarte el durazno yo mismo. ¿Me permites?
-Sí, muchas gracias -dijo el alumno.
- ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?
- Me encantaría... pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro.
-No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte. Permíteme también que lo mastique antes de dártelo.
-No maestro, ¡no me gustaría que hicieras eso!
-Si yo les explicara el sentido de cada cuento... sería como darles a comer una fruta masticada.
Jorge Bucay
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