Este sencillo e interesante relato es de una profesora argentina llamada Helen E. Buckley.
FLOR ROJA DE TALLO VERDE
Una vez un niño fue a la escuela. El niño era muy pequeño y la escuela muy grande. Cuando el niño descubrió que podía ir a su aula con sólo andar en línea recta, se sintió feliz. Y ya no siguió pareciéndole que la escuela fuera tan grande.Una mañana, cuando el niño ya llevaba un rato en la escuela, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.- Muy bien, pensó el niño. Porque a él le gustaba dibujar. Podía pintar leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y barcos… Y sacó sus lápices de colores y se puso a dibujar. Pero la maestra dijo:
- Esperad. Aún no es el momento de empezar.Y esperó a que todos estuvieran dispuestos.- Ahora, dijo la maestra.
Vamos a dibujar flores.- Qué bien, pensó el niño Porque a él le gustaba pintar flores. Y empezó a dibujar bonitas flores, con sus lápices rosados, amarillos, azules y verdes. Pero la maestra dijo:- Esperad, que yo os mostraré cómo se hacen.- Así, dijo la maestra.Y dibujó sobre la pizarra una flor roja con el tallo verde.- Ya, dijo la maestra. Ahora ya podéis empezar.El niño miró la flor de la maestra y después miró la suya. A él le gustaban más su flor que la de la maestra, pero no lo dijo. Y se limitó a dar la vuelta a la hora para hacer una flor como la de la maestra: era roja con tallo verde.
Otro día, cuando el niño había abierto él solo la puerta de entrada, la maestra dijo:- Hoy vamos a trabajar con plastilina.- Bien, pensó el niño. Porque a él le encantaba la plastilina. Podía hacer con ella toda clase de objetos: serpientes y muñecos, elefantes y ratones, coches y trenes… Y empezó a amasar un puñado de plastilina. Pero la maestra dijo:- Esperad, no es hora de comenzar.Y él esperó hasta que todos estuvieron dispuestos.- Ahora, dijo la maestra.
Vamos a hacer una víbora.- Qué bien, pensó el niño. Porque a él le gustaba hacer víboras. Y empezó a hacerlas de distintos colores y tamaños. Pero la maestra dijo:- Esperad a que yo os enseñe.Y entonces les enseñó a hacer una viborita larga.- Ahora, les dijo, ya podéis empezar.El niño miró la viborita que había hecho la maestra y después la suya. Las suya le gustaba más que la de la maestra, pero no reveló nada de eso. Y se limitó a amasar la bola de plastilina y a hacer una viborita como la de la maestra.Así, poco a poco el niño aprendió a esperar y a observar y a hacer las cosas igual que la maestra. Y muy pronto dejó de hacer las cosas por sí mismo.
Entonces sucedió que el niño y su familia se mudaron a otra casa en otra ciudad y el niño tuvo que ir a otra escuela. Una escuela aún más grande que la anterior. Tenía que subir unos grandes escalones y caminar por un pasillo largo para llegar a su aula. Y el primer día de clase, la maestro, dijo:- Hoy vamos a hacer un dibujo.- Bien, pensó el niño. Y se quedó esperando a que ella le dijera lo que tenía que hacer. Pero la maestra no dijo nada. Se paseaba entre los niños y las niñas por el aula. Cuando llegó junto al niño le preguntó si no quería dibujar.- Sí,. dijo él. Pero, ¿qué vamos a hacer?- Yo no sé hasta que tú lo hagas, dijo la maestra.- Pero, ¿cómo tengo que hacerlo?- Como a ti te guste, dijo la maestra.- ¿Y de qué color?, preguntó el niño.- De los que tú quieras Si todos hicieseis el mismo dibujo y usaseis los mismos colores, ¿cómo iba a saber yo cuál era de cada uno?- Yo no sé, dijo el niño.... Y comenzó a hacer una flor roja con el tallo verde.
Fuente :
http://colegioguayonge.blogspot.com/
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Muy bonito el cuento. Algunos padres y maestros deberíamos aprender de él.
ResponderEliminarEs buena ensenanza para nosotros los maestros. Debemos aprender a no poner rejas a la imaginacion de un nino. Debemos darle las pautas, pero no volar con ellos. Si nos fijamos en las avecillas, podemos ver que llega un momento en que los padres le dejan a sus pichones la iniciativa de volar.
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